miércoles, 10 de noviembre de 2010

Definición de Escatología.

Serie de Sentido Común.
Número 13
La Metafísica. Por William w. Walter
Versión en español

Pg 5. "Ahora daré mi propia definición de la Metafísica. La afirmación más sencilla que puedo formular para expresar el sentido que yo tengo de la Metafísica es: 'La ciencia de la Causa y el efecto'.  Como nombre, me gusta la palabra Escatología, 'La ciencia de las últimas cosas'; o afirmado más correctamente, la ciencia de la causa fundamental. La mente del individuo con su pensar siendo la 'Causa' fundamental invisible, y los objetos, las condiciones, medio ambiente y las experiencias siendo los efectos visibles o incorporados".

La Conciencia

Serie de Sentido Común
Número siete
La Conciencia
Por William W. Walter

Desde que despertó la primera mentalidad al punto de la habilidad de razonar, ha perdurado la búsqueda por Dios o la Causa. Esta búsqueda aún se está llevando a cabo en el presente.
La humanidad ha descubierto muchas invenciones maravillosas y muchas otras maravillas de la vida; pero cuando se trata de descubrir el Dios o la Causa real de todo, parece que la gente del presente ha tenido menos éxito que los de la época medieval y los de la así llamada época oscura.

La razón principal de por qué se ha fracasado durante todos estos siglos es que la gente buscó a Dios o la causa en donde no está. También han estado buscando por un “El” cuando es un “Nosotros”. Tratar de descubrir a Dios o la Causa antes de conocer si lo que se está buscando es un “El”, “Ello”, “Ella”, o un “Nosotros”, es más difícil que tratar de encontrar un alfiler en un montón de paja cuando quien busca no conoce lo que es un alfiler.
Ponerse a buscar cualquier cosa sin saber de ante mano, aunque sea parcialmente, qué es lo que se está buscando, obviamente es una tontería y una gran pérdida de tiempo. Nuestro primer interés debería ser descubrir el “qué” de una cosa, para que a continuación podamos descubrir el “quién” o el “dónde” de esa cosa.
El error vital es que la humanidad equivocadamente cree que conoce quién y qué es Dios o la Causa. Cree que la Causa es un “El” sentado en un trono en algún lugar más allá de la bóveda celeste, y desde donde este hombre Dios que es un El, controla los destinos de toda la humanidad.
También creen que el “Qué” de Dios es que El es Espíritu, o “un” Espíritu. Sin embargo, al parecer no les molesta en lo más mínimo que no conocen qué es Espíritu, o qué es realmente “un” Espíritu, porque dan por asentado que saben lo que es Dios, Espíritu, tan sólo porque conocen que Dios es Espíritu. Parece que a la humanidad nunca le ha llegado el pensamiento que para poder conocer lo que es Dios, si Dios es Espíritu, primero se tendría que conocer lo que es Espíritu.
Durante las épocas del pasado, todas las tribus del mundo han venerado como siendo Dios a prácticamente todas las cosas importantes fuera de lo ordinario. Han venerado como Dios al sol, la luna, las estrellas, el viento, los relámpagos y truenos, las bestias, los pájaros, sí, incluso las serpientes. Puesto que los seres humanos no encontraron suficiente variedad ya creada, modelaron imágenes horribles para venerar y que suscitaban temor. Se han erigido y se veneran pirámides, montañas, incluso edificios de iglesia con espirales que se extienden hacia arriba donde se supone está este Dios que es un “El”.
Algunos pueden decir, que los edificios de iglesia se construyen como lugares en donde venerar a Dios, y no para que se les venere a ellos. Lo único que tengo que decir respecto a esto es que las acciones hablan más que las palabras, como se comprueba como sigue: dirígete a un miembro de iglesia común y maldice a Dios o comete la blasfemia, y ese individuo pudiera alejarse sintiendo lástima por ti. Ahora dile algo derogatorio acerca de su iglesia, y tendrás un serio problema con él. Este mismo miembro de iglesia defenderá a su iglesia, aun cuando fuera necesario perder sus amistades, parientes e incluso la vida. Esto muestra concluyentemente que se le venera a la iglesia, y a ella se le da lealtad que con toda justicia y equidad se le debería de dar a Dios.
El hecho es que el Dios real no le da nada de importancia a la veneración de labios para afuera. Ni tampoco se puede hacer que “El” (la Causa Primordial) cambie por dirigirle halagos en voz alta, independientemente de lo solemne o dramático que se pudieran recitar esos halagos.
¿Por qué las gentes se siguen engañando a sí mismas a creer que pueden obtener bendiciones especiales de un Dios que ellos mismos pretenden que es justo e inmutable? Si El es justo, El hará justicia sin que tú le digas que lo haga, y sin que sean necesarios nuestros halagos o veneración de tan poca calidad. Además si El es inmutable, no cambiaría debido a nuestra veneración o halagos insinceros. ¿Qué tú esperas engatusar a un Dios justo e inmutable por medio de tu veneración y halagos, a que se vuelva cambiable y haga aquello que es injusto? Por lo que haces, parece que eso es lo que quieres hacer. Bien, no tendrás nada de éxito, porque el mismo Jesús dijo: “a Dios no se le puede burlar”.
En las cosas ordinarias de la vida los seres humanos no actúan tan tontamente, entonces, ¿por qué actúan de ese modo en la cosa más vital de la vida?
Si deseamos obtener un favor del gobernador del estado, lo primero sería investigar quién es el gobernador y dónde lo podríamos encontrar. ¿Por qué no se actúa igual de inteligentemente cuando se trata de obtener favores que otorga el Gobernador supremo de todo?
¿Deberías primero preguntar, “quién es Dios”? ¡No! ¿Por qué? Porque no sabes a ciencia cierta si Dios en un “Quién”. Quizá sostengas que sí sabes que Dios es un “El” o un “Quién” porque te lo han asegurado los predicadores o clérigos.
¿Qué prueba tienes de que los clérigos conocen más acerca de este tema que tú? Efectivamente ellos asistieron a los así llamados colegios de teología y ganaron sus títulos por el conocimiento que tienen de las Escrituras Sagradas; sin embargo, estudiar las matemáticas y memorizar todo el libro, al punto de poder citar y dar cualquier regla cuando uno quiere, no hace que uno sea un matemático práctico, poseyendo la capacidad de resolver los diferentes problemas matemáticos.
Frecuentemente se habla del clero como "hombres de Dios". Ellos reclaman estar trabajando directamente para Dios. Algunos pretenden haber sido ordenados o mandados por El. ¿Puedes recordar algún incidente que te llevaría a creer que Dios favorece en alguna forma especial a los clérigos como grupo? ¿No es un hecho que muchos cientos apenas ganan lo suficiente para vivir, a pesar de sus esfuerzos tan honestos? ¿No se enferman? ¿No tienen pérdidas y problemas como todos nosotros? ¿Qué ellos y sus seres queridos no se entregan a la creencia de la muerte? Si ellos realmente fueran favorecidos o enviados por un Dios personal, ¿por qué les sucede todo esto?
Quizá tú creas, como creen algunos, que estos hombres buenos recibirán su recompensa en el más allá. Para mí, esto equivale a que me den mucha comida después de haber muerto de hambre, o después de que ya no la puedo usar.
No digo esto en menosprecio del clero. No conozco a un grupo de hombres que hacen mayor bien fraternal a sus semejantes que los clérigos honestos comunes. Simplemente es que a ellos también los quiero despertar al hecho de que su enseñanza está equivocada por medio del mal entendimiento y que por lo tanto, sus esfuerzos se están gastando en una dirección equivocada; que están equivocados respecto a su conocimiento del Dios real y sus mandamientos.
¿Conoces algún clérigo que pueda mostrar visiblemente los signos que menciona Jesús que señalan al entendedor real? ¿Conoces alguno que pueda “Tocar con sus manos” a los enfermos y se recuperen? Desde luego que hay algunos que pretenden que lo pueden hacer, pero ¿se comprueba lo que pretenden por estar sanando continuamente a la gente? ¿Conoces algunos que puedan “beber cualquier cosa mortal y no les dañe en lo más mínimo”?
Si ellos no pueden mostrar a la vista ni el menor de los signos, ¿por qué aceptas su palabra como si fuera la verdad en una cosa tan vital como es quién o qué es Dios, y en cuanto concierne a tu bienestar futuro?
Muchas iglesias tienen sus propias idiosincrasias predilectas. En cierta iglesia los clérigos pretenden limpiar tus pecados por bautizarte en un tanque de agua. En otra, tan sólo una salpicada logrará el mismo trabajo maravilloso. En algunas, el clero pretende perdonarte tus pecados, y en otras, se supone que el convertirte en uno de sus seguidores hará lo mismo. Así va de una acción o cosa ridícula a otra.
¿Qué sucedería si bautizar o salpicar a alguien con agua o la unción con aceite, etc., realmente limpiara los pecados del pecador? Pienso que los sacerdotes nunca se han despertado lo suficiente para hacerse esta pregunta.
La respuesta es muy sencilla: Cesaría cualquier así llamada enfermedad o aflicción física que tenía el pecador, y se sanaría al instante. ¿Conoces a muchos que estaban enfermos y afligidos, que se hayan hecho completamente enteros por medio del bautismo, sea por medio de haberlos salpicado con agua o por haberlos sumergido totalmente en ella?
¿Qué autoridad tengo para hacer estas afirmaciones? Tengo las palabras de la Mente Maestra Jesús. En una ocasión le dijo a uno que estaba enfermo: “Ten confianza, hijo, que perdonados te son tus pecados” (Mat. 9:2). Cuando se le criticó por haber hecho esta afirmación, la Mente Maestra, dijo, en sustancia: “¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué cosa es más fácil de decir: se te perdonan tus pecados, o el decir: levántate y anda?” (Mat. 9:4,5). En otras palabras, el perdonar los pecados y el sanar de las así llamadas enfermedades físicas son uno y lo mismo. Cuando recordamos estas palabras del Maestro, ¿Qué podemos decir de aquellos quienes pretenden limpiar o perdonar los pecados de la gente y no aparece el sanar?
No fue sino hasta que transcurrieron trescientos veinticinco años después de la crucifixión, que la iglesia delegó el sanar de los enfermos a los practicantes de la medicina. Los apóstoles de Jesús podían valerse de sus propias mentes para sanar, así como lo hizo la Mente Maestra. Sin embargo, durante estos tres siglos el entendimiento real de la enseñanza y entendimiento del Maestro del Dios real se volvió gradualmente menor y menor, y por consiguiente, a medida que se transmitió de una generación a otra, se contaminó más y más con la creencia humana.
Finalmente, tan sólo unos cuantos individuos retuvieron el entendimiento real de Dios y del sanar espiritual, y por consiguiente, únicamente esa pequeña minoría tenía éxito en el sanar Mental. Indudablemente esto irritó a la mayoría; surgieron celos y antagonismo, y puesto que ellos eran la mayoría y ellos no entendían las reglas de las iglesias u organizaciones, lanzaron fuera de la iglesia a los sanadores reales así como al sanar entendedor honesto. El haber dividido las prendas de vestir del Maestro se sigue llevando a cabo en el presente. Las prendas de vestir de la Mente Maestra son sus enseñanzas.
Uno de los mandamientos principales que se les dio a los discípulos o predicadores fue, el de predicar el evangelio y sanar a los enfermos. Estos no son dos mandamientos sino uno solo, y esto es una de las prendas de vestir de la Mente Maestra que ellos dividieron. Incluso echaron suerte por sus prendas de vestir, como se había profetizado, ya que votaron acerca de dividir su enseñanza. Los predicadores de iglesia tomaron la parte de la predicación, mientras que se les dio a los médicos la parte del sanar.
Esta equivocación tan terrible se cometió en siglos pasados, y se ha transmitido de padre a hijo desde ese entonces, hasta la época presente. Los predicadores y médicos del presente se esfuerzan conforme a esa equivocación inveterada, pero ellos no fueron los que cometieron el error originalmente. Debido a este error del pasado, uno de los grupos más honestos y concienzudos de hombres y mujeres de la época presente se esfuerza por hacer lo imposible, a saber, sanar los así llamados efectos físicos del pecado, sin haber sanado al pecador del pecado causativo. También hay otro grupo muy grande de hombres honestos y concienzudos, que debido a este error inveterado se esfuerzan por efectuar lo imposible: Intentan espantar al pecador a que cese de pecar por medio de suscitarle temor a un castigo futuro.

Sin embargo, ni el temor al castigo del presente, ni mucho menos el temor al castigo futuro, ha hecho honesto a un corazón deshonesto. El temor al castigo del presente pudiera hacer que los deshonestos se vuelvan más astutos en su deshonestidad, pero el temor al castigo futuro no impide en lo más mínimo que ellos hagan su deshonestidad. Por lo tanto, todo este esfuerzo honesto es esfuerzo perdido. Y descubrimos que la humanidad no se ha superado o beneficiado en lo más mínimo debido a la iglesia y los predicadores, sino muy por el contrario, está peor, puesto que a medida que pasa el tiempo la gente se está volviendo más astuta y menos genuina.

Entendido correctamente, en inglés la palabra “evangelio” (gospel) significa “el encanto del bien”. En otras palabras, la totalidad del bien. El predicador debería de predicar y enseñar a la gente la gran verdad que de hecho y en realidad, el bien solo es lo único real. Si la gente entendiera y practicara esto, se sanaría no sólo de los pecados sino también de los efectos corporales dañinos, que son los efectos expresados de pecado o del pensar y hacer equivocados.
La salvación del pecado no se puede lograr por medio de predicar acerca del diablo, el infierno en llamas y el mal como una realidad. Aquí igual que en el primer ejemplo, se confronta un error similar, a saber: el intentar corregir el pecado sin conocer actualmente qué es el pecado, o qué es pecar.
Debería ser evidente que se tendría que conocer qué es Dios para saber si se está pecando en contra de Dios. Por lo tanto, nuestro primer esfuerzo será descubrir quién o qué es Dios. En ese momento podremos determinar en qué consiste el pecado y, por consiguiente, tendremos mayor oportunidad de destruirlo, y así salvar al pecador. Cuando se haya logrado esto se podrá ver fácilmente que el mandamiento de Jesús, de predicar el evangelio y sanar a los enfermos, es un solo mandamiento y no dos, y que el error más grande que se pudo haber cometido fue dividir las prendas de vestir del Maestro, y haber hecho dos mandamientos de uno solo.

Quienes han estudiado mucho las Sagradas Escrituras y creen absolutamente en ellas, escasamente se pueden convencer de cualquier cosa respecto a Dios sin que se haga referencia a estas Escrituras Sagradas. Si alguien duda de las Sagradas Escrituras, se debe a que nunca se le presentó el punto de vista correcto necesario para entenderlas.
Se pudiera pensar que es algo imposible convencer a alguien que ha dudado totalmente de la veracidad de las Sagradas Escrituras de que ellas enseñan la verdad. Pero he descubierto que es más fácil convencer al que dudaba de la veracidad de las Escrituras Sagradas de que ellas enseñan la verdad, que convencer a uno que cree en esas escrituras de que esa misma verdad es correcta. Sin embargo, he descubierto que todos ceden, aunque sea en parte a la aplicación del sentido común y la razón; por lo tanto razonemos juntamente.
Lo primero que tenemos que determinar en nuestra búsqueda por el Dios real es si es un “Quién” o un “Qué”. Las Escrituras sagradas y los individuos que creen en ellas, así como los que dudan de ellas, están todos de acuerdo en una sola cosa, por eso voy a empezar con esa y una sola cosa. Todos están de acuerdo de que si hay un Dios, o una causa primordial, es, fue, y tiene que ser lo primero. Por lo tanto, el sentido común nos dice que si descubrimos lo que fue primero, en realidad habremos descubierto a Dios. Cuando hayamos descubierto esto, entonces podremos determinar más claramente si Dios es un “El”, “Ello”, “Quien”, o “Que”.
¿Podría designar alguien cualquier cosa, sea lo que fuere, que fue, es, o podría haber sido antes de la conciencia? Estoy absolutamente seguro de que nadie lo puede hacer. Sin la conciencia, incluso tu Dios personal, no sería sino la no-entidad, sin poder ni tan siquiera reconocerse a sí mismo como Dios, ni tampoco podría reconocer cualquier otra cosa. Sin la conciencia no hay vida. Sin la conciencia no hay ser, porque para “ser”, uno tiene estar consciente de ser. Independientemente de la forma en que intentes resolver este problema metafísico, respecto a qué o quién fue primero, si te apegas al sentido común y a la razón verdadera, tu respuesta siempre tendrá que ser la misma, a saber: la conciencia fue y es lo primero.

Jesús enseñó que Dios es la Vida, y la palabra conciencia es tan sólo otro nombre para la vida. Lo que comprueba que esto es correcto es que se puede observar que donde no hay conciencia, no hay vida, y por consiguiente no hay ningún ser. Puesto que se ve que la conciencia y la vida son uno y lo mismo y la conciencia es la causa del ser consciente, y puesto que la vida es Dios, también la conciencia tendría que ser Dios, y el mismo Dios o Causa.
Sí, la conciencia correcta es el Dios o la Causa verdadera de todo lo que es real y eterno. No había ninguna duda acerca de que la conciencia correcta era lo primero y el todo verdadero de la vida, hasta que la conciencia se desarrolló al punto de la autoconciencia, o del auto-ser. Que la conciencia despierte al punto del auto-ser consciente, se tuvo que haber logrado o desarrollado la habilidad de razonar. Hasta este punto la conciencia correcta era la causa indisputable de todo, pero cuando se engendró la habilidad de razonar, llegó a ser posible la habilidad de dudar y de creer erróneamente, y desde ese momento en adelante, en creencia, se le dio entidad a una causa hipotética, que el mundo llama “el diablo”, o la causa de todo el mal aparente; pero realmente era tan sólo la conciencia equivocada.

Al haberse cometido el error anterior de personificar a la conciencia correcta como un Dios personal, que es un “El”, fue fácil caer en el segundo error de personificar a la “conciencia errónea” como un “Diablo” personal, como siendo la causa de todo lo que es malo. Esta es la única realidad que ha tenido o tendrá este Sr. Satanás de los predicadores, y que se supone es quien nos va a quemar en el futuro.
Uno de los metafísicos más grandes de esta época, al no poder penetrar lo suficientemente profundo dentro de la metafísica, evadió la cuestión respecto al “origen del mal” por afirmar que el mal no tenía ningún origen. Yo no estaba satisfecho con esa afirmación, porque el sentido común y la razón me decían que aún cuando el mal era tan sólo una creencia, la creencia errada tenía que tener algún origen, ya que no pudo haberse originado por sí misma. Desde luego que no hay ninguna realidad (verdad) en la creencia errada y su origen es tan sólo en creencia, sin embargo, no podría haber alguna creencia de la creencia sin que hubiera un creyente correspondiente para dar origen a la creencia.

La causa que procura la cosa ficticia que llamamos la creencia, es la conciencia errada, la conciencia equivocada, o hablando más correctamente, es un error en la conciencia; y puesto que toda la conciencia es causativa, un error en la conciencia produce un efecto ficticio para corresponder al error en la conciencia, así como la verdad o lo correcto en la conciencia causa un efecto correcto, real, verdadero y armonioso para corresponder a las realidades de la vida o del ser.

Esto no es una teoría sino cada individuo lo puede comprobar por sí mismo, y lo puede demostrar fácilmente tan sólo a través de efectuar un cambio completo de la conciencia errada a la conciencia correcta en su conciencia; esto se lleva a cabo por lanzar fuera el error que está en la conciencia por suplantar la verdad actual respecto a cualquier experiencia mala que pudiera estar en evidencia en el presente.
Lograr un cambio completo de la conciencia no significa un simple cambio de oraciones o del pensamiento, ni sólo palabras de labios para fuera, sino implica también un cambio de corazón y convicción mental. Cuando el individuo logra esto, el pensamiento o creencia errada que estaba en la mentalidad y era la causa de creencia del efecto errado, automáticamente habrá sido cambiada por medio de la convicción nueva y correcta. Por consiguiente, al haberse eliminado la causa ficticia, ya no puede producir ningún efecto para corresponder. Si se alcanza el entendimiento actual, el error anterior ya no podrá regresar, ni tampoco la experiencia mala.

Al estar la conciencia individual ignorante de su propio ser como causa y su cuerpo como el efecto correspondiente, y por consiguiente auto-engañada en cuanto a la sustancia real del efecto visible, equivocadamente asumió la creencia de que el efecto visible era la sustancia real en lugar de saber que era simplemente un reflejo de otra cosa; y por medio de otra creencia adicional le agrega a su creencia original de que el cuerpo es sustancia, las supuestas cualidades que ahora se le atribuyen a las cosas materiales. Por lo tanto, estas cualidades erradas aparecen en el efecto.

Sin embargo, es verdad que no importa hasta que punto este error aleje al individuo de la verdad del ser, de todos modos no hace real o eterno el error o el efecto erróneo, y por consiguiente vemos el así llamado regreso del polvo al polvo (de la creencia a la creencia) de toda la así llamada materia.
La Mente Maestra no dejó atrás ningún así llamado cuerpo material. Ni tampoco enseñó que la muerte era la forma de salir y liberarte de tus aflicciones y problemas. Enseñó la necesidad de vencer a la muerte, y no que nos deberíamos dejar vencer por esta creencia errada que es la mayor y la peor de todas.

Si por medio de este folleto se te ha despertado al punto donde estás pensando acerca de este tema como nunca lo habías hecho, y comprendes que la forma de salir y liberarte de la conciencia errada con todos sus problemas y enfermedades, no es por medio de la muerte o de asistir a la iglesia, sino por medio de ganar un entendimiento trabajable, practicable de la verdad de ser, entonces ahora ya estás listo para pensar muy seriamente acerca de resolver tu propia salvación. Esto de resolver nuestra propia salvación se vuelve un trabajo de placer y amor, una vez que el buscador verdadero de Dios, la Conciencia Correcta, entiende su importancia real.

No continúes siendo un hipócrita por intentar servir a dos amos, a saber: a tu iglesia y al Dios verdadero. No se logra gran progreso en la salvación cuando uno está obstaculizado por las leyes de la iglesia.

Si te cuidas y no cometes el error humano general de leer mucho y aplicar muy poco, sino constantemente estás intentando comprobar por medio de la aplicación del pensar correcto, la totalidad del bien, progresarás rápidamente en ganar entendimiento, y obtendrás las bendiciones maravillosas en el presente que le siguen al esfuerzo persistente y verdadero. No puedes pensar pensamientos buenos y verdaderos mientras seas deshonesto y desleal con tu ser real. “Deja que la gente se alborote”, deja que hable la gente, si ellos quieren, tú sigue al Maestro.

Quizá de inmediato no podrás cambiar totalmente tu pensamiento par que se conforme a la verdad de que la conciencia correcta es la causa verdadera de todo lo que es real y bueno, debido a que las enseñanzas y creencias anteriores no serán lanzadas fuera de la mentalidad tan fácilmente. Sin embargo, si te esfuerzas concienzudamente por probar por medio del razonamiento actual, que tus creencias anteriores respecto a Dios son correctas, finalmente te comprobarás a ti mismo que lo que yo he escrito es verdad.

Si se te ha despertado al punto donde comprendes que la conciencia tiene que ser y es lo primero, y sigues hasta alcanzar la comprensión de que la conciencia correcta engendra el pensar correcto, y que por lo tanto el pensar correcto es causativo, ahora puedes trabajar activamente para causar o crear para ti las cosas buenas que siempre has deseado, pero que te parecía que no eras capaz de alcanzar.

Una de las leyes de la conciencia es, “Fuera de mente fuera de cuerpo”.* Esto también significa que fuera de mente, fuera de experiencia, ya que no es posible que experimentes aquello acerca de lo que no estás conciente. No cometas el error del principiante de intentar mover montañas antes de entender cómo se logra. Empieza con las incomodidades y cosas menores y compruébate a ti mismo gradualmente que el Método Walter de la Metafísica o la Escatología realmente funciona, y que cada individuo lo puede aplicar para lograr su propia salvación del pecado, la enfermedad y la muerte.

El Pensar Correcto

Common Sense Series
Copyright, 1932
William W. Walter Trust
Renewal, 1955
Traducida al español
Ing. Mario Estrada Elizondo
Derechos reservados de la obra en ingles y de su traducción por William W. Walter Trust, 105 E. Galena Blvd. Suite 500 Aurora, Illinois, E.U.A. 60505

Serie de Sentido Común
Número Doce
EL PENSAR CORRECTO
Por William W. Walter

Las Sagradas Escrituras afirman “Porque como piensa en su corazón, así es” (Pr.23:7)
¿Crees en las Sagradas Escrituras? ¿Crees que esta afirmación es verdad? Si no lo crees, ¿por qué no? Si crees o entiendes que es verdad, ¿por qué no vives de acuerdo con ella y tener paz?
Millones conocen esta afirmación y la aceptan como verdad, pero no le dan ningún pensamiento adicional. Sin embargo, si esta afirmación es verdad, prueba positivamente que cada individuo es responsable de sí mismo. Esto debería de ser una revelación asombrosa para la humanidad, porque ¿no se nos enseñó como verdad que éramos los esclavos despreciables de las circunstancias, o títeres desamparados de un Dios inaccesible e imposible de conocer, y también de un diablo ingobernable? Sin embargo, el mundo le da poca atención a esta afirmación, y la olvida y la deja a un lado diciendo indiferentemente, “sí la creo” o “no la creo”, aun cuando el entendimiento de ella traería el cielo a la tierra. “¡Que tontos somos nosotros lo mortales!”.
Examinemos esta afirmación maravillosa y veamos si no nos podemos despertar a las maravillosas posibilidades de vida que están ocultas dentro de ella. Dando por un hecho que esta afirmación es verdad, significa, que los pensamientos que pensamos y creemos o sentimos como verdad, hacen y marcan toda nuestra experiencia de la vida.
Despertar el individuo al hecho de que esto es la verdad de la vida, de inmediato debería cambiar todo el curso de su vida. El cambio debería de ser de la creencia que el individuo es una víctima desamparada de las circunstancias, y sobre las cuales no tiene ningún control, a la posición de ser el gobernador y hacedor de todas sus experiencias de la vida; o de la posición de un aparente esclavo a la de un monarca absoluto de todo lo que le pertenece a él individualmente.
La posibilidad de que te gradúes, de la posición de esclavo con sus aparentes males y dolencia a la posición de ser el árbitro absoluto de tu propio destino, está ligada a, y es inseparable de esta afirmación maravillosa; y se puede forjar el cambio completo simplemente por medio de un proceso de pensamiento, y tú mismo lo puedes comprobar positiva y completamente por medio de un proceso del pensamiento y sentimiento de sentido común.
Lo que es igual de asombroso es que realmente esta afirmación tan sencilla es una ley mental que está en constante operación, independientemente de si la crees o no, o si la entiendes o sabes de ella.
No escribo esto simplemente como mi propia teoría, y sin haber obtenido pruebas tangibles de que es verdad. Yo comprobé por mi propio sanar, que realmente es Verdad o un hecho; y desde entonces también la comprobé por haber sanado a miles de otros individuos.
No se debería de pensar que esta afirmación tan asombrosa, “como piensa en su corazón, así es”, tiene el mismo significado que la afirmación, “como un hombre piensa, así es”, porque hay una diferencia tan grande entre las dos como hay entre posibilidad y actualidad.
Todos sabemos que el individuo puede pensar o decir una cosa con sus labios pero en su corazón significar lo opuesto o alguna otra cosa. Por lo tanto, lo que hace a un hombre se lo que es, no es el pensar superficial o el pensar que no se llega a sentir o el que no significa realmente lo que está en su corazón, ya que ese tipo de pensar es simplemente de labios para afuera (si se me permite usar ese término), y por lo tanto no alcanza el gran corazón de la Naturaleza, el Dios o creador real de todas nuestras experiencias.
La opinión o creencia fija o establecida del individuo no será cambiada hasta que el pensamiento alcanza la profundidad suficiente para tocar el sentimiento del individuo y cambie el sentimiento. En ese momento y sólo en ese momento, habrá un cambio correspondiente en la opinión o creencia del individuo.
Esta ley mental tan sencilla, “como piensa en su corazón, así es”, siempre es activa, y lo sepamos o no, está operativa y activa en cada momento de nuestras vidas. Esta ley estaba en operación aún antes de que algún individuo haya desarrollado el entendimiento de que como uno piensa en su corazón así serán sus experiencias, y ella causó que cada individuo experimentara la fuerza creadora de su propio pensar correcto o equivocado. No se pudo haber ideado una justicia mental o espiritual mayor que la que el individuo experimente los pensamientos que piensa con convicción, significa o siente, y esto es lo que actualmente está pasando todo el tiempo, se crea o no se crea.
El alarmista podría pensar que si esto es verdad, pensar en sí sería peligroso. Sin embargo, se entienda o no esta verdad de la ida, nunca es peligroso pensar pensamientos buenos, felices, saludables; pero lo que llega directamente al grano, es que nadie nunca tiene el derecho de pensar pensamientos equivocados en ningún momento. De aquí que si hacemos aquello que está equivocado, no es sino la justicia que recibamos lo equivocado por nuestro pensar equivocado.
Nuestro Dios es un Dios de justicia. Cuando esto se entiende, significa que la gran Causa, las sustancia mental universal, automáticamente crea o causa aquello que pensamos y sentimos con convicción o significamos, creemos o entendemos que es verdad respecto al ser.
Además es cierto que Dios la gran causa mental también es un Dios de misericordia, como se muestra en que los pensamientos que pensamos pero que no sentimos, o no decimos con convicción, o no creemos verdad, no se experimentan.
Esta es una de las razones de por qué no es peligroso pensar pensamientos ordinarios, porque al no estar imbuidos con el sentir, convicción o significado malo actual, no se registran o incorporan a sí mismos como experiencias malas. Por lo tanto, la misericordia de Dios o de la mente se muestra en que lo pensamientos malos y equivocados que pensamos pero que no significamos o sentimos con convicción, no nos crean ningún mal. Sin embargo, cuando se sienten con convicción o significan algo para nosotros en el corazón, los experimentamos. No obstante, caer en el hábito de pensar pensamientos equivocados casuales es estar jugando con fuego, ya que la repetición constante tiende a inducir un sentimiento similar.
¿Quién no ha tenido la experiencia de pensar y decir: “Estoy enojado”, Está directamente de acuerdo con si la afirmación se siente y se dice con convicción, o no. Además, la intensidad de los efectos malos posteriores estarán en exacta proporción a la profundidad y sentimiento del pensamiento “Estoy enojado”. No me refiero a esto porque pienso que tú no lo conoces de tu propia experiencia, sino porque al señalar esta ley, espero que en le futuro ya dejes de causarte sufrimiento innecesario y culpar a otro por ello o imputárselo a un Satanás o Dios lejano.
Una vez que esta ley mental, “como un individuo piensa en su corazón, así es”, se ha llevado a la atención del individuo, si él por sí mismo no se hace sentir sano, fuerte y feliz, ya no puede culpar a nadie más que a él mismo. Todos y cada uno conocen de su experiencia pasada que pueden, si quieren hacer el esfuerzo mental, sentirse bien, fuertes y felices cuando quieren. Al principio este intento de sentir el bien de la vida, quizá no perdure más que el tiempo del esfuerzo expedido. Sin embargo, si se persiste en ello, el sentimiento de estar bien, fuerte y feliz se vuelve habitual por medio de la aplicación repetida de ese pensamiento, especialmente si el pensador hace un esfuerzo persistente por sentir los pensamientos correctos que está pensando.
Enfatizo que el primer paso consiste en pensar que uno está bien, fuerte y feliz, porque estos sentimientos son más o menos comunes y requieren muy poco esfuerzo mental para que los lleguemos a sentir aunque sea momentáneamente.
Cuando no nos sentimos tan bien como es usual, se nos pone en una posición que requiere que recurramos a la afirmación, “Estoy bien” e intentar actuar de esa manera, para tranquilizar a algún pariente o amigo que esté ansioso. Seguramente no nos empeoramos por haberlo dicho o pensado, y realmente sí nos sentíamos mejor cuando este pensamiento estaba claramente ante la conciencia; y si este pensamiento correcto y sanador se hubiera mantenido suficientemente prolongado y suficientemente fuerte, en el tiempo debido hubiéramos descubierto que realmente “estábamos bien”.
El problema consiste en que las gentes no conoce esta verdad, y por lo tanto tan pronto como se elimina la circunstancia en particular que hizo necesaria y sacó a la luz esta afirmación de la verdad, regresan al pensar y sentir erróneos anteriores de que están enfermos, y otra vez experimentan el sentido malo correspondiente.
No me estoy refiriendo a algo que no has experimentado por ti mismo, por eso sabes que es verdad; pero te estoy dando a conocer la causa desconocida, para que en el futuro te puedas gobernar con el pensamiento de sentido común y en línea con la inteligencia universal.
Después de que hayas practicado la aplicación de estos tres sentimientos, más comunes al punto donde ya estás recibiendo buenos resultados, ya estarás preparado para avanzar y alcanzar la posición del dominio conciente del resto de los así llamados sentidos físicos.
Así como momentáneamente te puedes hacer sentir fuerte cuando aparentemente te sientes débil (que sabes es algo que tú puedes hacer), también es cierto que te puedes hacer sentir feliz cuando aparentemente te sientes triste; y lo que es todavía de mayor importancia, es igual de seguro que te puedes hacer sentir bien y sano, por lo menos temporalmente, a pesar de que según el sentido humano, estás enfermo.
Un individuo pudiera estar enterado de que gobierna en parte sus sentimientos, pero no conoce que él gobierna completa y absolutamente todos sus sentimientos.
La experiencia ha comprobado que por medio del ejercicio de nuestra propia voluntado uno se puede sentir feliz o triste, enojado o bondadoso, resentido o contento, vengativo o el querer perdonar, etc. Lo que muchos individuos no conocen es que uno mismo por medio de su propia voluntad, puede sentirse cansado o descansado, débil o fuerte, enfermo o saludable. La razón de por qué no se conoce esto, a pesar de que se conoce que gobernamos el sentido de odio, amor o enojo, es que desde la niñez se nos enseñó que teníamos dominio de, y podíamos gobernar a voluntad los sentimientos de amor, odio, enojo y pena; pero también se nos enseñó que otros sentidos como la enfermedad y el dolor, estaban fuera de nuestro control, y por lo tanto teníamos que soportar.
Algunos líderes y maestros equivocados enseñan que se experimentan tanto el sentir malo como los sentimientos buenos a través de la voluntad de un Dios personal, y que el individuo tiene que soportar los malestares con paciencia; además que se le debería dar gracias a ese Dios personal misterioso por cualquier bien.
Intentando subyugar a la gente a la esclavitud mental más servil que pudiera haberse imaginado, haciéndola sufrir innecesariamente, nunca se podría haber inventado un plan más diabólico que enseñarle al individuo que no tiene control sobre su sentido de dolor y enfermedad, ya que son las instituciones de un Dios supremo o de un diablo igual de poderoso; por lo tanto que ambos están total y absolutamente fuera de su control conciente.
También todo tipo de dolor es un sentir malo, y por consiguiente, se puede controlar por medios mentales tan invariable y seguramente como se controla el enojo y el odio. Sin embargo, el instigador principal de todo el mal y de toda esclavitud y dolor auto- impuestos es EL TEMOR.
El temor no puede estar presente en la conciencia del que tiene absoluta auto-confianza, y la auto-confianza es la chispa vital que hace que para la mentalidad individual que posee esa auto-confianza le sea posible lograr todo el bien. Puesto que esto es verdad, es fácil entender por qué cualquier enseñanza que pregona que el individuo no es auto-suficiente, sino que esta bajo el dominio de una así llamada fuerza externa, sea Dios o el diablo, y sobre la cual no tiene control, esclaviza y tiene que esclavizar; y por lo tanto es lo opuesto a la enseñanza de las Sagradas Escrituras de que el elemento creador, a saber, la mente, le da al pensamiento individual dominio sobre todo el mundo; sobre todas las experiencias externas u objetivas.
Todos sabemos que el individuo gobierna y puede gobernar todo su pensar consciente. También sabemos que el individuo gobierna y puede gobernar alguno de sus sentimientos. Por lo tanto, ¿por qué parece ser desrazonable afirmar que el individuo puede controlar y realmente controla todos sus sentimientos?
Desde luego, esto también incluye el sentido de dolor y todo el así llamado sentirse enfermo.
Aquí otra vez se introduce la mala enseñanza general, ya que se le lleva a la atención del individuo que está sufriendo que cierto nervio está inflamado, hinchado, o imperfecto, y que esto es lo que está causando el problema. El error consiste en que se ha dado por asentado que el nervio posee voluntad propia, y que puede doler e hincharse independientemente de y en contra de la voluntad del individuo.
Sin embargo, un poco de pensamiento convencerá al estudiante de la metafísica, que ningún nervio sin la mente puede sentir, moverse, o agrandarse por sí mismo. Así que hemos llegado al reconocimiento que a pesar de nuestras creencias erróneas del presente, sigue siendo un hecho, que es la mentalidad individual la que, de una forma u otra, crea le fenómeno de un nervio adolorido o hinchado, aunque el principiante no esté enterado de la forma en que la mentalidad lo hace.
En otros casos se les señala a los así llamados enfermos que la causa aparente del sufrimiento, enfermedad, o imperfección que experimentan, es la carencia de acción o la sobre acción. Aquí se encuentra el mismo error en cuanto a la acción que el que teníamos en cuanto al sentimiento. Sin embargo, independientemente de la enseñanza contraria errónea que se nos haya impartido, no hay ninguna acción corporal que no esté bajo el control de la mentalidad individual. Afirmo esto aunque sé que es lo diametralmente opuesto a lo que enseña la fraternidad médica, a saber, que la acción del corazón, el flujo del sistema sanguíneo y algunas otras acciones son involuntarias, o no están bajo el control del individuo.
En la práctica actual del sanar a los enfermos, he comprobado en muchos diversos casos diferentes, que toda acción corporal está sujeta a la voluntad del individuo, por medio de la aplicación del pensar y sentir correctos científicos pertenecientes al caso en particular que está tratando.
Puesto que no quiero introducir en la mente del lector un sentido de misterio o de lo sobrenatural respecto a estos casos de sanar, sino por lo contrario quiero mostrar que el sanar que se obtuvo siguió la aplicación del pensar correcto individual basado en el entendimiento del principio subyacente al sanar mental, mostraré por medio de unos cuantos ejemplos sencillos que todos conocen, que en verdad es la mentalidad la que gobierna la acción del corazón y la acción, sentimiento y forma de la totalidad de la estructura corporal.
Todos hemos experimentado ciertos sucesos que causaron que nuestro corazón latiera violentamente. Si se suscitó por algo que se había observado, debería ser obvio que el corazón no pudo haber sido lo que observó el suceso perturbante, sino que fue la mentalidad individual. Por lo tanto, cualquier acción anormal exhibida por el corazón, realmente fue causada por y por medio de la mente y no fue causada involuntariamente por el corazón. Se puede reconocer fácilmente, que el latir violento no se causó involuntariamente cuando vemos que el corazón de los demás que vieron el mismo así llamado suceso perturbador no latió en forma anormal.
En el caso del sentimiento, si se le cuanta a alguien una historia triste y él simpatiza con ella, causará que sienta dolor en su corazón, mientras que los demás que escucharon la misma historia y saben que es falsa, tendrán un sentido de disgusto o diversión conforme a su propia voluntad. No hay nadie quien no haya experimentado algún temor terrible acompañado con el retraso o aumento consecuentes del latir de su pulso.
Al estar razonando acerca de estos sucesos como deberíamos estarlo haciendo, finalmente nos haría llegar al entendimiento de cómo es la mente activada por medio del temor, la que produce el cambio en la acción del corazón; y desde ese momento en adelante podríamos producir voluntariamente el mismo cambio, por medio de cierta actividad mental que se pone en acción según sea nuestra voluntad.
Al haber comprobado que la acción de cierto órgano corporal que creíamos que no era posible afectar por nuestro pensamiento, realmente se puede gobernar por el pensar correcto, ya no debería ser difícil comprender que todos los demás órganos están sujetos al mismo poder mental. Una vez que el individuo ha despertado a esta verdad, ya sólo se requiere que practique la aplicación del pensamiento correcto, para estimular y corregir la acción de un así llamado hígado lento o la inacción parcial del estómago o intestinos.
Cuando hayamos descubierto (como han descubierto los millares a quienes se les ha enseñado la metafísica correcta) que en estos casos comparativamente fáciles los resultados buenos que se desean siempre siguen a pensar correcto; que sería más natural que investigáramos la aplicación del pensar correcto en casos de los así llamados nervios atrofiados o de un tendón defectuoso, y reformarlos.
Al haber descubierto por la práctica actual que incluso estos responden al pesar correcto correctamente aplicado, sería fácil alcanzar la expectativa que incluso un hueso enfermo se puede renovar; sí, y también las coyunturas rígidas se pueden hacer flexibles por medio de disolver los así llamados depósitos de piedra que se suponen son la causa de la pérdida de acción. Al continuar esta marcha desde la materia al Espíritu, finalmente despertaríamos al entendimiento de que la materia no es la materia en lo más mínimo, sino es tan sólo el estado objetivo del pensamiento, y sin nada de realidad al igual que no tiene nada de realidad, un sentido equivocado mantenido en la conciencia individual.
No he citado nada que yo no haya comprobado una y otra vez durante mis años de práctica en el sanar, y se prueba que este poder para sanar no es un don que únicamente yo poseo, sino que es posible para todos, por el hecho de que cientos de estudiantes que yo he enseñado, han logrado los mismos buenos resultados que le siguieron a su aplicación científica del pensar correcto.
Al hacer todo lo posible para familiarizar al mundo con el poder sanador maravilloso residente en el propio pensar correcto del individuo, se descubre que hay varios impedimentos aparentes que usualmente no confrontan los maestros de las matemáticas, la música u otras ciencias. El primer y mayor impedimento que se confronta en la “Escatología, la ciencia de las últimas cosas”, es que a cada adulto se le ha enseñado como verdad casi lo opuesto a lo que realmente es verdad. Esto hace necesario primero ¨des-enseñar¨ al estudiante en perspectiva antes de que él pueda ganar el punto de vista correcto acerca de aquello que uno quiere que entienda.
El segundo gran impedimento es hacer que el estudiante comprenda que ésta es una ciencia absoluta, y que no tiene nada en común con el así llamado sanar sobrenatural de las iglesias; y que por lo tanto para poder ganar un entendimiento demostrable y trabajable de esta ciencia, es absolutamente necesario empezar en el principio o en la parte más baja, como se hace en cualquier otra ciencia exacta.
Así como el neófito en la música prefiere tratar de tocar marchas y valses, en lugar de practicar las notas y otros ejercicios necesarios de dedos que no son muy interesantes, también al estudiante adulto de la Escatología le disgusta dedicar el tiempo que se requiere para comprobar el fundamento del sanar mental, antes de entrar a la práctica de sanar y enseñar. Sin embargo, si lo que se ha leído acerca del tema no se ha digerido cuidadosamente por medio del razonamiento cuidadoso y la aplicación práctica al punto de haber logrado el sanar actual, el individuo obtendrá los mismos malos resultados que legítimamente siguen cualquier intento abortivo de lograr aquello que uno no se ha preparado para lograr.
Hay muchos que intentan sanarse a sí mismos que no han logrado comprobarse a ellos mismos casi nada, pero esperan lograr cesen las condiciones penosas por medio de usar palabras de labios para afuera; en otras palabras, por medio de estar repitiendo las ideas que han leído, pero sin tener ninguna confianza en ellas y sin tener nada de entendimiento actual en cuanto en qué consiste el sanar real.
Puesto que estoy en contacto por medio de cartas con miles de individuos que están sufriendo, la mayoría me han dado las gracias por la ayuda que han recibido por medio de la aplicación del Método Walter del pensar correcto, pero también de vez en cuando recibo alguna carta quejumbrosa o crítica, o de alguno que pretende no haber recibido ningún beneficio. Últimamente recibí una carta que afirmaba lo siguiente: “He sido un inválido por muchos años y he estado en constante dolor, y un amigo muy querido me prestó “La Hoz”, la que he leído de par en par, pero no me sanó”.
En primer lugar, fue una bondad mal entendida el haberle dado a un principiante un libro metafísico tan profundo. El segundo error fue haberle dado a entender al que estaba sufriendo, que lo único que tenía que hacer para sanarse era leer ese libro. Aun cuando ese individuo hubiera seguido un poco más adelante y hubiera intentado aplicar los pensamientos sanadores que se incluyen en “La Hoz”, esa repetición no hubiera sido sino simples palabras de labios para afuera, debido al entendimiento limitado que de ella poseía; y la repetición de labios para afuera de este tipo no logra casi nada.
No puedo enfatizar lo suficientemente seguido, que la ley es, “como piensa en su corazón, así es”, no meramente “ como piensa, así es”. Mientras que es necesario y benéfico pensar pensamientos correctos vigorosos y fuertes, con todo, el que está aplicando el pensar correcto tiene que ingeniarse, sea por medio del entendimiento o por medio de la fe, a sentir que el pensar correcto que está aplicando es la verdad y por lo tanto destruirá naturalmente los errores del pensar malo anterior.
Me aventuro a decir que el setenta y cinco por ciento de los intentos de aplicar el pensar correcto para inducir el sanar, fracasan en su objetivo porque el que está aplicando no ha ganado al grado necesario el entendimiento de los fundamentos de esta ciencia, al punto que ya no queda en su pensamiento duda alguna acerca del resultado. Quienes carecen de la confianza natural que acompaña al entendimiento actual, tienen que abastecer esta confianza necesaria por medio de la fe en la totalidad del bien actual. Esta confianza debería alcanzar el lugar más profundo del corazón; en otras palabras, se tiene que sentir profundamente. Cuando se logra esto, el individuo descubrirá que en verdad y realidad, como uno piensa y siente en su corazón, ese individuo se encontrará ser así.
En conclusión quiero afirmar, que en mi esfuerzo por descubrir un medio para lograr que estén en concordancia el pensar y el sentir del individuo, y así darle al principiante en el auto-sanar la seguridad de obtener una porción de resultados buenos, descubrí por medio de muchas pruebas, que si el principiante piensa lenta y profundamente: “yo sé y siento que estoy bien y fuerte”, o “sé y siento que mis ojos y mi vista están perfectos y buenos”, o “sé y siento que la acción de mi hígado, estómago o corazón es perfecta y normal”, que ésta aplicación invariablemente trae resultados más rápidos y buenos.

Querido lector, aplica este método del conocimiento y sentimiento científicos a cualquier bien que deseas experimentar, y aplícalo invariablemente por lo menos una hora tres veces al día, y en el tiempo debido, tú también te comprobarás a ti mismo que en actualidad y en verdad, como piensas en tu corazón, así eres.