miércoles, 10 de noviembre de 2010

El Pensar Correcto

Common Sense Series
Copyright, 1932
William W. Walter Trust
Renewal, 1955
Traducida al español
Ing. Mario Estrada Elizondo
Derechos reservados de la obra en ingles y de su traducción por William W. Walter Trust, 105 E. Galena Blvd. Suite 500 Aurora, Illinois, E.U.A. 60505

Serie de Sentido Común
Número Doce
EL PENSAR CORRECTO
Por William W. Walter

Las Sagradas Escrituras afirman “Porque como piensa en su corazón, así es” (Pr.23:7)
¿Crees en las Sagradas Escrituras? ¿Crees que esta afirmación es verdad? Si no lo crees, ¿por qué no? Si crees o entiendes que es verdad, ¿por qué no vives de acuerdo con ella y tener paz?
Millones conocen esta afirmación y la aceptan como verdad, pero no le dan ningún pensamiento adicional. Sin embargo, si esta afirmación es verdad, prueba positivamente que cada individuo es responsable de sí mismo. Esto debería de ser una revelación asombrosa para la humanidad, porque ¿no se nos enseñó como verdad que éramos los esclavos despreciables de las circunstancias, o títeres desamparados de un Dios inaccesible e imposible de conocer, y también de un diablo ingobernable? Sin embargo, el mundo le da poca atención a esta afirmación, y la olvida y la deja a un lado diciendo indiferentemente, “sí la creo” o “no la creo”, aun cuando el entendimiento de ella traería el cielo a la tierra. “¡Que tontos somos nosotros lo mortales!”.
Examinemos esta afirmación maravillosa y veamos si no nos podemos despertar a las maravillosas posibilidades de vida que están ocultas dentro de ella. Dando por un hecho que esta afirmación es verdad, significa, que los pensamientos que pensamos y creemos o sentimos como verdad, hacen y marcan toda nuestra experiencia de la vida.
Despertar el individuo al hecho de que esto es la verdad de la vida, de inmediato debería cambiar todo el curso de su vida. El cambio debería de ser de la creencia que el individuo es una víctima desamparada de las circunstancias, y sobre las cuales no tiene ningún control, a la posición de ser el gobernador y hacedor de todas sus experiencias de la vida; o de la posición de un aparente esclavo a la de un monarca absoluto de todo lo que le pertenece a él individualmente.
La posibilidad de que te gradúes, de la posición de esclavo con sus aparentes males y dolencia a la posición de ser el árbitro absoluto de tu propio destino, está ligada a, y es inseparable de esta afirmación maravillosa; y se puede forjar el cambio completo simplemente por medio de un proceso de pensamiento, y tú mismo lo puedes comprobar positiva y completamente por medio de un proceso del pensamiento y sentimiento de sentido común.
Lo que es igual de asombroso es que realmente esta afirmación tan sencilla es una ley mental que está en constante operación, independientemente de si la crees o no, o si la entiendes o sabes de ella.
No escribo esto simplemente como mi propia teoría, y sin haber obtenido pruebas tangibles de que es verdad. Yo comprobé por mi propio sanar, que realmente es Verdad o un hecho; y desde entonces también la comprobé por haber sanado a miles de otros individuos.
No se debería de pensar que esta afirmación tan asombrosa, “como piensa en su corazón, así es”, tiene el mismo significado que la afirmación, “como un hombre piensa, así es”, porque hay una diferencia tan grande entre las dos como hay entre posibilidad y actualidad.
Todos sabemos que el individuo puede pensar o decir una cosa con sus labios pero en su corazón significar lo opuesto o alguna otra cosa. Por lo tanto, lo que hace a un hombre se lo que es, no es el pensar superficial o el pensar que no se llega a sentir o el que no significa realmente lo que está en su corazón, ya que ese tipo de pensar es simplemente de labios para afuera (si se me permite usar ese término), y por lo tanto no alcanza el gran corazón de la Naturaleza, el Dios o creador real de todas nuestras experiencias.
La opinión o creencia fija o establecida del individuo no será cambiada hasta que el pensamiento alcanza la profundidad suficiente para tocar el sentimiento del individuo y cambie el sentimiento. En ese momento y sólo en ese momento, habrá un cambio correspondiente en la opinión o creencia del individuo.
Esta ley mental tan sencilla, “como piensa en su corazón, así es”, siempre es activa, y lo sepamos o no, está operativa y activa en cada momento de nuestras vidas. Esta ley estaba en operación aún antes de que algún individuo haya desarrollado el entendimiento de que como uno piensa en su corazón así serán sus experiencias, y ella causó que cada individuo experimentara la fuerza creadora de su propio pensar correcto o equivocado. No se pudo haber ideado una justicia mental o espiritual mayor que la que el individuo experimente los pensamientos que piensa con convicción, significa o siente, y esto es lo que actualmente está pasando todo el tiempo, se crea o no se crea.
El alarmista podría pensar que si esto es verdad, pensar en sí sería peligroso. Sin embargo, se entienda o no esta verdad de la ida, nunca es peligroso pensar pensamientos buenos, felices, saludables; pero lo que llega directamente al grano, es que nadie nunca tiene el derecho de pensar pensamientos equivocados en ningún momento. De aquí que si hacemos aquello que está equivocado, no es sino la justicia que recibamos lo equivocado por nuestro pensar equivocado.
Nuestro Dios es un Dios de justicia. Cuando esto se entiende, significa que la gran Causa, las sustancia mental universal, automáticamente crea o causa aquello que pensamos y sentimos con convicción o significamos, creemos o entendemos que es verdad respecto al ser.
Además es cierto que Dios la gran causa mental también es un Dios de misericordia, como se muestra en que los pensamientos que pensamos pero que no sentimos, o no decimos con convicción, o no creemos verdad, no se experimentan.
Esta es una de las razones de por qué no es peligroso pensar pensamientos ordinarios, porque al no estar imbuidos con el sentir, convicción o significado malo actual, no se registran o incorporan a sí mismos como experiencias malas. Por lo tanto, la misericordia de Dios o de la mente se muestra en que lo pensamientos malos y equivocados que pensamos pero que no significamos o sentimos con convicción, no nos crean ningún mal. Sin embargo, cuando se sienten con convicción o significan algo para nosotros en el corazón, los experimentamos. No obstante, caer en el hábito de pensar pensamientos equivocados casuales es estar jugando con fuego, ya que la repetición constante tiende a inducir un sentimiento similar.
¿Quién no ha tenido la experiencia de pensar y decir: “Estoy enojado”, Está directamente de acuerdo con si la afirmación se siente y se dice con convicción, o no. Además, la intensidad de los efectos malos posteriores estarán en exacta proporción a la profundidad y sentimiento del pensamiento “Estoy enojado”. No me refiero a esto porque pienso que tú no lo conoces de tu propia experiencia, sino porque al señalar esta ley, espero que en le futuro ya dejes de causarte sufrimiento innecesario y culpar a otro por ello o imputárselo a un Satanás o Dios lejano.
Una vez que esta ley mental, “como un individuo piensa en su corazón, así es”, se ha llevado a la atención del individuo, si él por sí mismo no se hace sentir sano, fuerte y feliz, ya no puede culpar a nadie más que a él mismo. Todos y cada uno conocen de su experiencia pasada que pueden, si quieren hacer el esfuerzo mental, sentirse bien, fuertes y felices cuando quieren. Al principio este intento de sentir el bien de la vida, quizá no perdure más que el tiempo del esfuerzo expedido. Sin embargo, si se persiste en ello, el sentimiento de estar bien, fuerte y feliz se vuelve habitual por medio de la aplicación repetida de ese pensamiento, especialmente si el pensador hace un esfuerzo persistente por sentir los pensamientos correctos que está pensando.
Enfatizo que el primer paso consiste en pensar que uno está bien, fuerte y feliz, porque estos sentimientos son más o menos comunes y requieren muy poco esfuerzo mental para que los lleguemos a sentir aunque sea momentáneamente.
Cuando no nos sentimos tan bien como es usual, se nos pone en una posición que requiere que recurramos a la afirmación, “Estoy bien” e intentar actuar de esa manera, para tranquilizar a algún pariente o amigo que esté ansioso. Seguramente no nos empeoramos por haberlo dicho o pensado, y realmente sí nos sentíamos mejor cuando este pensamiento estaba claramente ante la conciencia; y si este pensamiento correcto y sanador se hubiera mantenido suficientemente prolongado y suficientemente fuerte, en el tiempo debido hubiéramos descubierto que realmente “estábamos bien”.
El problema consiste en que las gentes no conoce esta verdad, y por lo tanto tan pronto como se elimina la circunstancia en particular que hizo necesaria y sacó a la luz esta afirmación de la verdad, regresan al pensar y sentir erróneos anteriores de que están enfermos, y otra vez experimentan el sentido malo correspondiente.
No me estoy refiriendo a algo que no has experimentado por ti mismo, por eso sabes que es verdad; pero te estoy dando a conocer la causa desconocida, para que en el futuro te puedas gobernar con el pensamiento de sentido común y en línea con la inteligencia universal.
Después de que hayas practicado la aplicación de estos tres sentimientos, más comunes al punto donde ya estás recibiendo buenos resultados, ya estarás preparado para avanzar y alcanzar la posición del dominio conciente del resto de los así llamados sentidos físicos.
Así como momentáneamente te puedes hacer sentir fuerte cuando aparentemente te sientes débil (que sabes es algo que tú puedes hacer), también es cierto que te puedes hacer sentir feliz cuando aparentemente te sientes triste; y lo que es todavía de mayor importancia, es igual de seguro que te puedes hacer sentir bien y sano, por lo menos temporalmente, a pesar de que según el sentido humano, estás enfermo.
Un individuo pudiera estar enterado de que gobierna en parte sus sentimientos, pero no conoce que él gobierna completa y absolutamente todos sus sentimientos.
La experiencia ha comprobado que por medio del ejercicio de nuestra propia voluntado uno se puede sentir feliz o triste, enojado o bondadoso, resentido o contento, vengativo o el querer perdonar, etc. Lo que muchos individuos no conocen es que uno mismo por medio de su propia voluntad, puede sentirse cansado o descansado, débil o fuerte, enfermo o saludable. La razón de por qué no se conoce esto, a pesar de que se conoce que gobernamos el sentido de odio, amor o enojo, es que desde la niñez se nos enseñó que teníamos dominio de, y podíamos gobernar a voluntad los sentimientos de amor, odio, enojo y pena; pero también se nos enseñó que otros sentidos como la enfermedad y el dolor, estaban fuera de nuestro control, y por lo tanto teníamos que soportar.
Algunos líderes y maestros equivocados enseñan que se experimentan tanto el sentir malo como los sentimientos buenos a través de la voluntad de un Dios personal, y que el individuo tiene que soportar los malestares con paciencia; además que se le debería dar gracias a ese Dios personal misterioso por cualquier bien.
Intentando subyugar a la gente a la esclavitud mental más servil que pudiera haberse imaginado, haciéndola sufrir innecesariamente, nunca se podría haber inventado un plan más diabólico que enseñarle al individuo que no tiene control sobre su sentido de dolor y enfermedad, ya que son las instituciones de un Dios supremo o de un diablo igual de poderoso; por lo tanto que ambos están total y absolutamente fuera de su control conciente.
También todo tipo de dolor es un sentir malo, y por consiguiente, se puede controlar por medios mentales tan invariable y seguramente como se controla el enojo y el odio. Sin embargo, el instigador principal de todo el mal y de toda esclavitud y dolor auto- impuestos es EL TEMOR.
El temor no puede estar presente en la conciencia del que tiene absoluta auto-confianza, y la auto-confianza es la chispa vital que hace que para la mentalidad individual que posee esa auto-confianza le sea posible lograr todo el bien. Puesto que esto es verdad, es fácil entender por qué cualquier enseñanza que pregona que el individuo no es auto-suficiente, sino que esta bajo el dominio de una así llamada fuerza externa, sea Dios o el diablo, y sobre la cual no tiene control, esclaviza y tiene que esclavizar; y por lo tanto es lo opuesto a la enseñanza de las Sagradas Escrituras de que el elemento creador, a saber, la mente, le da al pensamiento individual dominio sobre todo el mundo; sobre todas las experiencias externas u objetivas.
Todos sabemos que el individuo gobierna y puede gobernar todo su pensar consciente. También sabemos que el individuo gobierna y puede gobernar alguno de sus sentimientos. Por lo tanto, ¿por qué parece ser desrazonable afirmar que el individuo puede controlar y realmente controla todos sus sentimientos?
Desde luego, esto también incluye el sentido de dolor y todo el así llamado sentirse enfermo.
Aquí otra vez se introduce la mala enseñanza general, ya que se le lleva a la atención del individuo que está sufriendo que cierto nervio está inflamado, hinchado, o imperfecto, y que esto es lo que está causando el problema. El error consiste en que se ha dado por asentado que el nervio posee voluntad propia, y que puede doler e hincharse independientemente de y en contra de la voluntad del individuo.
Sin embargo, un poco de pensamiento convencerá al estudiante de la metafísica, que ningún nervio sin la mente puede sentir, moverse, o agrandarse por sí mismo. Así que hemos llegado al reconocimiento que a pesar de nuestras creencias erróneas del presente, sigue siendo un hecho, que es la mentalidad individual la que, de una forma u otra, crea le fenómeno de un nervio adolorido o hinchado, aunque el principiante no esté enterado de la forma en que la mentalidad lo hace.
En otros casos se les señala a los así llamados enfermos que la causa aparente del sufrimiento, enfermedad, o imperfección que experimentan, es la carencia de acción o la sobre acción. Aquí se encuentra el mismo error en cuanto a la acción que el que teníamos en cuanto al sentimiento. Sin embargo, independientemente de la enseñanza contraria errónea que se nos haya impartido, no hay ninguna acción corporal que no esté bajo el control de la mentalidad individual. Afirmo esto aunque sé que es lo diametralmente opuesto a lo que enseña la fraternidad médica, a saber, que la acción del corazón, el flujo del sistema sanguíneo y algunas otras acciones son involuntarias, o no están bajo el control del individuo.
En la práctica actual del sanar a los enfermos, he comprobado en muchos diversos casos diferentes, que toda acción corporal está sujeta a la voluntad del individuo, por medio de la aplicación del pensar y sentir correctos científicos pertenecientes al caso en particular que está tratando.
Puesto que no quiero introducir en la mente del lector un sentido de misterio o de lo sobrenatural respecto a estos casos de sanar, sino por lo contrario quiero mostrar que el sanar que se obtuvo siguió la aplicación del pensar correcto individual basado en el entendimiento del principio subyacente al sanar mental, mostraré por medio de unos cuantos ejemplos sencillos que todos conocen, que en verdad es la mentalidad la que gobierna la acción del corazón y la acción, sentimiento y forma de la totalidad de la estructura corporal.
Todos hemos experimentado ciertos sucesos que causaron que nuestro corazón latiera violentamente. Si se suscitó por algo que se había observado, debería ser obvio que el corazón no pudo haber sido lo que observó el suceso perturbante, sino que fue la mentalidad individual. Por lo tanto, cualquier acción anormal exhibida por el corazón, realmente fue causada por y por medio de la mente y no fue causada involuntariamente por el corazón. Se puede reconocer fácilmente, que el latir violento no se causó involuntariamente cuando vemos que el corazón de los demás que vieron el mismo así llamado suceso perturbador no latió en forma anormal.
En el caso del sentimiento, si se le cuanta a alguien una historia triste y él simpatiza con ella, causará que sienta dolor en su corazón, mientras que los demás que escucharon la misma historia y saben que es falsa, tendrán un sentido de disgusto o diversión conforme a su propia voluntad. No hay nadie quien no haya experimentado algún temor terrible acompañado con el retraso o aumento consecuentes del latir de su pulso.
Al estar razonando acerca de estos sucesos como deberíamos estarlo haciendo, finalmente nos haría llegar al entendimiento de cómo es la mente activada por medio del temor, la que produce el cambio en la acción del corazón; y desde ese momento en adelante podríamos producir voluntariamente el mismo cambio, por medio de cierta actividad mental que se pone en acción según sea nuestra voluntad.
Al haber comprobado que la acción de cierto órgano corporal que creíamos que no era posible afectar por nuestro pensamiento, realmente se puede gobernar por el pensar correcto, ya no debería ser difícil comprender que todos los demás órganos están sujetos al mismo poder mental. Una vez que el individuo ha despertado a esta verdad, ya sólo se requiere que practique la aplicación del pensamiento correcto, para estimular y corregir la acción de un así llamado hígado lento o la inacción parcial del estómago o intestinos.
Cuando hayamos descubierto (como han descubierto los millares a quienes se les ha enseñado la metafísica correcta) que en estos casos comparativamente fáciles los resultados buenos que se desean siempre siguen a pensar correcto; que sería más natural que investigáramos la aplicación del pensar correcto en casos de los así llamados nervios atrofiados o de un tendón defectuoso, y reformarlos.
Al haber descubierto por la práctica actual que incluso estos responden al pesar correcto correctamente aplicado, sería fácil alcanzar la expectativa que incluso un hueso enfermo se puede renovar; sí, y también las coyunturas rígidas se pueden hacer flexibles por medio de disolver los así llamados depósitos de piedra que se suponen son la causa de la pérdida de acción. Al continuar esta marcha desde la materia al Espíritu, finalmente despertaríamos al entendimiento de que la materia no es la materia en lo más mínimo, sino es tan sólo el estado objetivo del pensamiento, y sin nada de realidad al igual que no tiene nada de realidad, un sentido equivocado mantenido en la conciencia individual.
No he citado nada que yo no haya comprobado una y otra vez durante mis años de práctica en el sanar, y se prueba que este poder para sanar no es un don que únicamente yo poseo, sino que es posible para todos, por el hecho de que cientos de estudiantes que yo he enseñado, han logrado los mismos buenos resultados que le siguieron a su aplicación científica del pensar correcto.
Al hacer todo lo posible para familiarizar al mundo con el poder sanador maravilloso residente en el propio pensar correcto del individuo, se descubre que hay varios impedimentos aparentes que usualmente no confrontan los maestros de las matemáticas, la música u otras ciencias. El primer y mayor impedimento que se confronta en la “Escatología, la ciencia de las últimas cosas”, es que a cada adulto se le ha enseñado como verdad casi lo opuesto a lo que realmente es verdad. Esto hace necesario primero ¨des-enseñar¨ al estudiante en perspectiva antes de que él pueda ganar el punto de vista correcto acerca de aquello que uno quiere que entienda.
El segundo gran impedimento es hacer que el estudiante comprenda que ésta es una ciencia absoluta, y que no tiene nada en común con el así llamado sanar sobrenatural de las iglesias; y que por lo tanto para poder ganar un entendimiento demostrable y trabajable de esta ciencia, es absolutamente necesario empezar en el principio o en la parte más baja, como se hace en cualquier otra ciencia exacta.
Así como el neófito en la música prefiere tratar de tocar marchas y valses, en lugar de practicar las notas y otros ejercicios necesarios de dedos que no son muy interesantes, también al estudiante adulto de la Escatología le disgusta dedicar el tiempo que se requiere para comprobar el fundamento del sanar mental, antes de entrar a la práctica de sanar y enseñar. Sin embargo, si lo que se ha leído acerca del tema no se ha digerido cuidadosamente por medio del razonamiento cuidadoso y la aplicación práctica al punto de haber logrado el sanar actual, el individuo obtendrá los mismos malos resultados que legítimamente siguen cualquier intento abortivo de lograr aquello que uno no se ha preparado para lograr.
Hay muchos que intentan sanarse a sí mismos que no han logrado comprobarse a ellos mismos casi nada, pero esperan lograr cesen las condiciones penosas por medio de usar palabras de labios para afuera; en otras palabras, por medio de estar repitiendo las ideas que han leído, pero sin tener ninguna confianza en ellas y sin tener nada de entendimiento actual en cuanto en qué consiste el sanar real.
Puesto que estoy en contacto por medio de cartas con miles de individuos que están sufriendo, la mayoría me han dado las gracias por la ayuda que han recibido por medio de la aplicación del Método Walter del pensar correcto, pero también de vez en cuando recibo alguna carta quejumbrosa o crítica, o de alguno que pretende no haber recibido ningún beneficio. Últimamente recibí una carta que afirmaba lo siguiente: “He sido un inválido por muchos años y he estado en constante dolor, y un amigo muy querido me prestó “La Hoz”, la que he leído de par en par, pero no me sanó”.
En primer lugar, fue una bondad mal entendida el haberle dado a un principiante un libro metafísico tan profundo. El segundo error fue haberle dado a entender al que estaba sufriendo, que lo único que tenía que hacer para sanarse era leer ese libro. Aun cuando ese individuo hubiera seguido un poco más adelante y hubiera intentado aplicar los pensamientos sanadores que se incluyen en “La Hoz”, esa repetición no hubiera sido sino simples palabras de labios para afuera, debido al entendimiento limitado que de ella poseía; y la repetición de labios para afuera de este tipo no logra casi nada.
No puedo enfatizar lo suficientemente seguido, que la ley es, “como piensa en su corazón, así es”, no meramente “ como piensa, así es”. Mientras que es necesario y benéfico pensar pensamientos correctos vigorosos y fuertes, con todo, el que está aplicando el pensar correcto tiene que ingeniarse, sea por medio del entendimiento o por medio de la fe, a sentir que el pensar correcto que está aplicando es la verdad y por lo tanto destruirá naturalmente los errores del pensar malo anterior.
Me aventuro a decir que el setenta y cinco por ciento de los intentos de aplicar el pensar correcto para inducir el sanar, fracasan en su objetivo porque el que está aplicando no ha ganado al grado necesario el entendimiento de los fundamentos de esta ciencia, al punto que ya no queda en su pensamiento duda alguna acerca del resultado. Quienes carecen de la confianza natural que acompaña al entendimiento actual, tienen que abastecer esta confianza necesaria por medio de la fe en la totalidad del bien actual. Esta confianza debería alcanzar el lugar más profundo del corazón; en otras palabras, se tiene que sentir profundamente. Cuando se logra esto, el individuo descubrirá que en verdad y realidad, como uno piensa y siente en su corazón, ese individuo se encontrará ser así.
En conclusión quiero afirmar, que en mi esfuerzo por descubrir un medio para lograr que estén en concordancia el pensar y el sentir del individuo, y así darle al principiante en el auto-sanar la seguridad de obtener una porción de resultados buenos, descubrí por medio de muchas pruebas, que si el principiante piensa lenta y profundamente: “yo sé y siento que estoy bien y fuerte”, o “sé y siento que mis ojos y mi vista están perfectos y buenos”, o “sé y siento que la acción de mi hígado, estómago o corazón es perfecta y normal”, que ésta aplicación invariablemente trae resultados más rápidos y buenos.

Querido lector, aplica este método del conocimiento y sentimiento científicos a cualquier bien que deseas experimentar, y aplícalo invariablemente por lo menos una hora tres veces al día, y en el tiempo debido, tú también te comprobarás a ti mismo que en actualidad y en verdad, como piensas en tu corazón, así eres.

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